martes, 8 de diciembre de 2009

Las instituciones locales.

Inglaterra, al contrario que Francia, con una jerarquía de funcionarios dependientes del poder central y pagadas por él, se centra en instituciones locales administradas por voluntarios. Enrique VII se sirve de lo ya existente, y resuelve los nuevos problemas haciendo un llamamiento a organismos antiguos. En el campo impera la asamblea parroquial, algo parecida al folkmoot sajón. En el XIII los párrocos habían logrado con ella financiar a las iglesias (reparaciones, compra de libros…), primeros adquiridos previo descontado del diezmo.
Para administrar la riqueza, los feligreses nombraron representantes. El churchwarden o mayordomo, el guardián legal de los bienes parroquiales, compraba la vajilla de culto, el vino para la misa, adornos sacerdotales, uniforme para el bedeau (bedel, encargado de echar a perros y borrachos de la iglesia a bastonazos)… El sexton (sacristán) cavaba las tumbas, limpiaba la iglesia, encendía el fuego… El clérigo llevaba las cuentas y tocaba la campana. La renta provenía de tierras o rebaños, propiedad de la Iglesia, y del chuarchrate (tributo eclesiástico), proporcional a la riqueza individual.

La parroquia fue adoptada por los Tudor como solución al creciente problema de la pobreza. Cada año, por Pascua, la parroquia nombraba a cuatro “vigilantes de los pobres” que recibían las limosnas, necesarias (podían conllevar toque de atención del obispado a cárcel) y consecuentes a cada uno. Con el aumento de los pobres, fue estrictamente obligatoria.
Cada parroquia se responsabilizaba de sus pobres: estaba prohibido vagabundear entre aldeas, y dar limosna a un vagabundo estaba prohibido bajo castigo de azote o una V marcada a hierro en la espalda ante reincidencias, llegando a la muerte. El rigue, vagabundo peligroso, se marcaba con una R; si sabía leer, se hacía en el pulgar al reclamar el “beneficio de clerecía”. Tras estas medidas, se enviaban a la parroquia natal, con tiempo máximo para llegar.

El encargado en cada parroquia de detener y castigar vagabundos, de parar peleas… de hacer respetar la “paz del Rey” era el petty constable (pequeño condestable), cargo creado en el XIII por Eduardo I. Era una especie de policía voluntario. Pasaba un año penoso: si el vagabundo era detenido por otra persona, pagaba multa por negligencia; si arrestaba, la cárcel era la casa del malhechor hasta llevarlo al tribunal del condado. Él colocaba el stock (picota) a los aldeanos culpables de pequeños delitos. Al condestable debía ayudar al siguiente, novato, en su labor. Hubo abusos y tiranías, pero estabilidad.

Los yeomen (pequeños propietarios) cumplían la función de constable o participar en juicios; el squire (o gentleman) debía aceptar las funciones del Juez de Paz, nombrado por el Rey y revocable a su gusto. Lazo entre parroquia y condado. En parroquia era el más importante, al poseer señorío o castillo. Se reunía cuatro veces al año con sus colegas en la capital del condado (quarter sessions) para juzgar asuntos jurídicos o administrativos.
El juez conciliador logró acabar con la anarquía que residía en la campiña inglesa hasta el siglo XVI. Es a la vez agente del poder central y local independiente del gobierno. Desempeña funciones de actuales funcionarios, con conocimiento práctico de la administración de su territorio concreto. Representa a la administración inglesa del momento, entre el feudalismo moribundo y la burocracia naciente.
Al principio, se cuenta únicamente con seis jueces por condado (llegando a 39 en 1635), con un sueldo de cuatro chelines diarios. Ante casos que exigían una investigación, se nombraban dos jueces, vigiándose mutuamente. Por encima de ellos estaba el High Sheriff del condado, uno al año. Los delitos veniales eran juzgados por las Petty Sessions (pequeñas sesiones), compuestas sólo por los Jueces de Paz. A pesar de su duro trabajo, el Juez de Paz era un cargo solicitado. La justicia dependía de su eficacia, pero parece que fueron buenos en sus cargos.

En el centro de cada pueblo estaba la casa del squire, y también la del Juez de Paz, de piedra gris y rodeada de jardines cerrados por un muro. La iglesia solía estar en este parque; alrededor las casas y en la periferia las tierras que el constable debe vigilar. Durante la semana, todos trabajan (no hacerlo es delito), y el domingo practican el tiro con arco, vigilando el constable que no se realice otra actividad ilegal. También se frecuenta la cervecería (ale house). Ir el domingo a la iglesia es obligatorio, bajo multa a favor de los pobres. Era delito también insultar a las ancianas y llamar bruja a una mujer; en muchas ocasiones los jueces ignoraban estas denuncias.

Dado el control, nadie se atreve a abandonar su parroquia sin razón válida y legal. Los cómicos ambulantes no pueden circular sin un permiso firmado por dos Jueces de Paz; sin él, son azotados y marcados cual vagabundos. Los universitarios necesitan un pase firmado por su Colegio. Todo este trabajo hace que los habitantes estén tan ocupados que no puedan pensar en otra cosa que en trabajar.
Se nota ya una centralización paulatina. El Rey proclama los nuevos edictos, desde el púlpito o en la cruz del mercado. Los yeomen se dirigen a la ciudad para sesiones trimestrales; los jueces reciben sus misiones directamente del Rey, el lord lugarteniente va a Londres a conocer a los ministros…

Bibliografía usada:

Maurois, André: Historia de Inglaterra. Barcelona, Ariel, 2007.

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