jueves, 12 de noviembre de 2009

Apuntes 5 y 6 noviembre 2009, Hª Moderna Universal, grupo Inglaterra I

Existían tres formas de organización laboral en la Edad Moderna: los gremios, el trabajo a domicilio y las primeras fábricas.

Los gremios, de origen medieval, fijaban los precios, los salarios, las jornadas laborales, regulaban la competencia. Además tenían su propia jerarquía (aprendiz, oficial y maestro) así como sus propias cofradías. Su carácter no era exclusivamente económico, también lo era asistencial. En caso de que el trabajador falleciese, el gremio facilitaría una renta a su esposa e hijos Prácticamente regulaban todo imponiendo su monopolio, poseyendo un carácter algo inmovilista. Sin embargo, esto no quiere decir que no fomentase mejoras tecnológicas con el paso del tiempo. De hecho, la historiografía tradicional nos ha dado una imagen no muy buena de los gremios, en gran parte debido a la severísima crítica de la que fue objeto en el S. XIX, al chocar frontalmente con los principios del liberalismo económico y las nuevas teorías de libre mercado (lassez faire, lassez passer). Sin embargo, pese a que desaparición se produjo de manera definitiva, su imagen puramente medieval no es más que un espejismo. Por citar un ejemplo, en la villa de Madrid, había más gremios en el S. XVII que en el XVI. No se trata pues, de instituciones ancladas a sus orígenes medievales. Tendrán bastante iniciativa y en no pocas ocasiones estarán cerca del trabajo a domicilio. De ello da fe la nueva historiografía, que está llevando a cabo una revisión de estas instituciones dando lugar a una nueva visión de ellas, que difiere en mucho de la historiografía tradicional sobre algunos aspectos.

Por su parte, el trabajo a domicilio (o verlagssystem según la historiografía alemana) tiene orígenes muy antiguos (quizás de antes del medievo), aunque se desarrollará plenamente en la Edad Moderna. Su funcionamiento, en esencia, se basaba en que un mercader-empresario (verleger en alemán: de ahí su nombre), procedente del mundo del comercio, en menor medida, del artesanado (en este caso, solía ser de los especializados en las últimas fases de la producción) y auxiliado a veces por una red de intermediarios, proporcionaba materia prima y salario a diversos campesinos para que en sus propios domicilios, a tiempo parcial (durante los tiempos muertos de la agricultura) y con la participación de varios miembros de la familia, elaboraran determinados productos que, finalmente, el citado mercader recogía y comercializaba. El sistema, sin embargo, no era rígido y podía presentar variantes en función, por ejemplo, de la dedicación temporal de los aldeanos (había también artesanos a tiempo completo) o de su grado de dependencia con respecto al mercader-empresario: aquéllos que eran propietarios de los utensilios de trabajo disfrutaban de cierta autonomía (para trabajar en algún momento por cuenta propia, para negociar con varios mercaderes... ) de la que carecían quienes habían de arrendarlo, y a precios frecuentemente elevados, al verleger, a quien quedaban vinculados.

Por último, la última de estas modalidades serían las primeras fábricas, caracterizadas por su producción en serie, división del trabajo, concentración de la mano de obra… Serán fundadas por iniciativa estatal, como sucedería aquí en España con las Reales Fábricas. Harán su aparición a mediados del S. XVIII, potenciadas por el estado, y generalmente se dedicaban a sectores estratégicos, como las armas, que necesitaban de los costosos altos hornos.



EL COMERCIO

-Redes y Compañías

El desarrollo de la actividad comercial durante la Edad Moderna (siglos XVI-XVII-XVIII) será uno de los fenómenos más evidentes y más estudiados. Primeramente deberemos hablar de las compañías comerciales y las redes comerciales.

Las redes comerciales poseían una estructura por así decirlo diferente. Tendrán lugar en zonas como Portugal o Génova. Se trata de estructuras informales, en muchos casos familiares o con vínculos personales y no reglamentadas. El Estado pues, no participará en ellas, siendo exclusivamente de iniciativa privada. En muchos casos estaban integradas por judíos, y en ellas los vínculos de confianza eran muy importantes. Se dedicarán al comercio entre dos puertos o dos núcleos comerciales distintos.

Por su importancia y por el papel que jugarán, debemos destacar a las compañías comerciales, que se darán por ejemplo en Inglaterra o en los Países Bajos. Se trata de estructuras formales, reglamentadas, capitalistas, institucionalizadas y controladas de alguna manera por el estado. Se dedicarán a la explotación comercial de alguna zona determinada, vendiendo allí productos de la metrópoli y adquiriendo otros, en su mayoría materias primas. Uno de los ejemplos más claros estará en las primeras colonias inglesas fundadas en América (como Virginia) por la Compañía de Londres o la Compañía de Plymouth, a las que les fue encomendada su labor por los monarcas ingleses. Otra de las compañías comerciales más famosas será la holandesa Compañía de las Indias Orientales, fundada en 1602 (siendo la primera) que encargaría de comerciar con territorios asiáticos, que en su mayoría antes pertenecieron a Portugal. Con el tiempo, pese a que en teoría dependían de su país soberano, pasarían a ser una especie de “estado dentro del propio estado”, con su propia flota, con una reglamentación en muchos casos propia, controlando algunos enclaves comerciales o ciudades etc. Las compañías desempeñarán una labor importantísima en el comercio transoceánico.

-Áreas comerciales

En la Europa de la Edad Moderna, se pueden distinguir a simple vista tres áreas comerciales claramente diferenciadas: el mar Mediterráneo, la zona atlántica y el mar Báltico.

La zona mediterránea fue una zona difícil para el comercio, debido la intensa actividad pirática de los turcos, aunque eso no la impidió ser la más importante hasta aproximadamente el año 1571, fecha de la Batalla de Lepanto. Las relaciones comerciales en el mar mediterráneo en la Edad Moderna venían ya de lejos, ya que durante la Plena Edad Media y muy especialmente la Baja Edad Media se dio una intensa actividad en el Mediterráneo, por lo menos en su fachada occidental, con los mercaderes genoveses, pisanos y venecianos, así como algo más tarde con mercaderes de Barcelona, Valencia, Marsella, Sicilia ( de donde procedía su famoso grano) etc. No resulta pues, extraño, que algunas puertas de la ciudad de Constantinopla fuesen defendidas por mercaderes catalanes en el asedio final de 1453. Por el Mediterráneo llegaban productos y mercaderías de Oriente hasta Europa occidental. Sin embargo, con el auge y expansión de los turcos, el tráfico entre Oriente y Occidente se paralizó bastante a principios de la Edad Moderna. No en vano, tanto Portugal como España hubieron de buscar las especias y los productos asiáticos por distintas vías: unos, circunnavegando África, los otros más allá del mar de Occidente… Pese a ello, también hay que señalar que hubo una actividad comercial ciertamente intensa entre el sur de Europa y el norte de África, concretamente en el mar de Alborán: textiles, vino, esclavos… No pocas veces, los vínculos comerciales estarían por encima de la religión.

El comercio en la zona atlántica está dividido en dos zonas: la transoceánica, con el comercio con América y el continental, desde el Cantábrico hasta Inglaterra e Irlanda. Con el tiempo, hacia 1571 si hemos de fijar una fecha, se convertirá en la zona más importante en lo que a actividad comercial respecta, concretamente en la zona continental. Esta franja se extendía desde los puertos de Galicia, Asturias, Cantabria y el País Vasco, por la costa aquitana hacia Normandía y de ahí a Flandes y a Inglaterra e Irlanda, tratándose pues, de navegación de cabotaje. Por ellos circulaba la famosa lana castellana, así como textiles, vino, cobre de Suecia, grano de Polonia… A partir del S. XVII, los holandeses se harán los dominantes comerciales de esta fachada, y posteriormente lo serán los ingleses. Pero fueron los holandeses quienes ejercieron, por así decirlo, de bisagra o intermediarios entre el norte de Europa y el sur, con sus consiguientes beneficios económicos. Ello se debe a su posición geográfica, a su crecimiento económico, a su flota y a su tipo de barco, el fluyt,, muy maniobrable, más pequeño y ligero a la vez que rápido, así como con un casco más profundo, que se traducía en una mayor capacidad de carga. Por citar solo un dato, entre el 60% y el 75% de los barcos ingleses eran en realidad fluyts comprados a los holandeses. Los principales puertos de esta área comercial eran Santander, Amsterdam, Plymouth, Londres etc. La otra zona comercial atlántica seria la transoceánica, dedicada al comercio con América. Los principales puertos eran Sevilla y Lisboa, debido a la política monopolista de Castilla y Portugal con respecto al comercio con sus colonias. A América se exportaba de todo para abastecer sus necesidad, como vino, lana, textiles, armas, grano…etc. Los mercados americanos pues, estaban reservados y protegidos a sus respectivas metrópolis, aunque no por ello dejaron de existir los dos grandes peligros en el comercio transoceánico: el contrabando y los piratas, fundamentalmente holandeses e ingleses. Con el tiempo, potencias como Inglaterra, Francia y los Países Bajos colonizarán zonas en el Nuevo Mundo y tendrá lugar su propio circuito comercial.

Por último, también es muy destacable el área comercial del mar Báltico, un mar interior del Mar del Norte. En torno a él se agruparon bastantes potencias las cuales se disputaron en no pocas guerras su control, tales como Suecia, Dinamarca, Polonia etc. En esta zona circulaba el famoso cobre sueco, así como otros productos de diversa índole, como grano, textiles, vino etc. La labor de los mercaderes holandeses dio lugar a que productos del norte llegaran al sur y viceversa. Una zona estratégica muy importante de esta zona era el estrecho de Oresund, entre Suecia y Dinamarca (concretamente entre las ciudades de Copenhague y Malmö), y su poseedor prácticamente controlaba el tráfico comercial de la zona, con el consiguiente cobro de aduanas y otros impuestos. Daneses, suecos, alemanes, e incluso holandeses e ingleses pugnarán por sus derechos comerciales en este estrecho de vital importancia. Grandes puertos de esta irían desde Riga o Tallin, pasando por Dantzig, Hamburgo, Lübeck, Bremen, Hedeby, Helsingborgs o Copenhague hasta la ciudad noruega de Bergen, ya en el Mar del Norte.

En lo que al comercio transoceánico, por lo menos en lo que a España respecta, estaba totalmente marcado por la Casa de Contratación de Sevilla. El sistema comercial era totalmente de monopolio. Ni siquiera en un principio los aragoneses podían acercarse a lo concerniente a América, gestionándose todo en la Casa de Contratación, creada en 1503, con objetivo de “recoger y tener en ella, todo el tiempo necesario, cuantas mercaderías, mantenimientos y otros aparejos fuesen menester para proveer todas las cosas necesarias para la contratación de las Indias; para enviar allá todo lo que conviniera; para recibir todas las mercaderías y otras cosas que de allí se vendiese, de ello todo lo que hubiese que vender o se enviase a vender e contratar a otras parte donde fuese necesario". Esta institución, por tanto, regularía todo el tráfico comercial con América, así como la formación y registro de todas las tripulaciones que marcharan allá, cobro de impuestos, enseñanza y formación de pilotos así como otras labores científicas, técnicas o cartográficas.
El comercio se gestionaría mediante la llamada “carrera de Indias”, que era el sistema de transporte entre la metrópoli y América. Constaba de una flota anual en mayor o en menos medida numerosa, fuertemente escoltada por buques de guerra. La flota en un principio transitaba entre Sevilla y Veracruz, aunque luego surgiría otra ramificación a Sudamérica que tendría como destino y partida Cartagena de Indias (Colombia) y Portobelo (Panamá). Ambas flotas se reunirían en La Habana y de ahí marcharían a Sevilla a través del Guadalquivir entrando en la Península por Sanlúcar de Barrameda. Y a partir de 1565 se crearía el famoso Galeón de Manila, destinado al comercio con las Islas Filipinas, estableciéndose la ruta de Veracruz a Acapulco, y de ahí a Manila, en las Filipinas. El tráfico comercial estaba gravado con muchos impuestos, tales como el quinto real o la alcabala, quedando todo el tráfico totalmente controlado desde Sevilla. Este sistema de tráfico comercial funcionará con un rendimiento más que aceptables, destacando más que por el transporte de mercaderías, por la llegada de la plata americana a España, fuente de inagotables riquezas para el país. Sólo una vez fue interceptada dicha plata: en 1628, por el pirata holandés Piet Heyn. Ni siquiera el inglés Francis Drake fue capaz de hacerlo. Sin embargo, existían dos problemas muy importantes: el ya citado de los piratas y corsarios holandeses e ingleses que acechaban por doquier en el océano (que incluso formaron un dominio propio, la famosa Isla de la Tortuga) y el más importante y menos espectacular, el del contrabando de productos. Por último, la Casa de Contratación se trasladaría a Cádiz en 1717 y en 1776 tendría lugar la última “carrera de Indias”.





ECONOMÍA

CARACTERÍSTICAS GENERALES


-Aumento del stock msivo del stock monetario

Con la masiva llegada de metales preciosos, empezando con el oro africano y los metales procedentes de América, una de las consecuencias fue la espectacular subida de moneda en circulación. Hay que recordar, antes de seguir, que por aquel entonces la moneda además de su valor nominal (lo asignado por el poder gobernante y la institución consiguiente) tenía valor intrínseco, que era el valor de la moneda en sí misma, ya que las monedas eran de metales preciosos (oro y plata) o de cobre. Hoy en día, al hacerse de metales poco valiosos o en papel (billetes), el valor intrínseco del dinero es insignificante. Así pues, al haber llegado tantísima cantidad de metales preciosos en relativamente corto espacio de tiempo (la plata extraída de América entre 1530 y 1650 ascendió a 11.600 toneladas, es decir, un promedio anual de 96.600 toneladas), el valor de las monedas bajó, y como consecuencia el valor de los productos, a principios del S.XVI subió de manera considerable, teniendo lugar pues, una gran inflación: la llamada Revolución de los precios. Además, los banqueros internacionales, al ver que la moneda española tenía mucho menos valor que otras, la querían siempre, para luego cambiarlas en otros mercados internacionales, luego por otras extranjeras y así ganar con el cambio, debido a su bajo valor nominal y a su gran calidad. La inflación rebasó, de esta forma, las fronteras españolas y alcanzó al resto del Continente. Su impacto, fue no obstante mayor en el epicentro del monopolio, es decir, en Sevilla y Andalucía, para ir diluyendo su intensidad conforme nos alejamos del mismo. La subida del nivel de los precios en Francia, en Italia y en otros diversos países se ha explicado en función de la concurrencia del metal precioso americano en los circuitos internacionales de circulación monetaria. Todo el sistema financiero de Europa -se ha llegado a afirmar- reposaba en último extremo sobre las importaciones periódicas de plata procedentes de los virreinatos de México y Perú.

-Importancia del crédito

Esta situación se debe a varias y diversas cuestiones, como la necesidad de liquidez, pero también por relaciones de tipo social por las que el prestamista quedaba en situación de superioridad respecto al prestatario. Con el auge de las redes y las compañías comerciales ya citadas anteriormente, el número de préstamos creció sobremanera. A la vez destacará el perfeccionamiento de los mercados, con su normalización y regulación, empezando a proliferar las letras de cambio. El crédito pues, será un elemento consustancial a la economía del Antiguo Régimen. Y no sólo capas sociales hubieron de recurrir al crédito, también estados encarnados en sus monarcas, como Carlos I, Felipe II o los monarcas del S.XVII, con las familias de los Fugger o los Welser, aunque luego cobrarían importancia diferentes banqueros portugeses.

-Desarrollo de las ferias y centros financieros

Al principio de esta época, debido a su importancia en la Edad Media, el principal centro comercial durante principios del S.XVI fue la ciudad de Brujas. Gracias a sus canales y a su situación geográfica, esta ciudad era el núcleo del comercio europeo, celebrándose allí numerosas ferias comerciales cada año, donde se reunían mercaderes de todo el continente. Allí residían además numerosos comerciantes de toda Europa: castellanos, genoveses, holandeses, pisanos, franceses, hanseáticos, ingleses… Sin embargo, con el desarrollo de las nuevas embarcaciones, Brujas era incapaz de recibir a los nuevos barcos. El relevo lo cogerá Amberes y tras ella Amsterdam, donde se creará además la primera Bolsa del mundo en 1609. Finalmente, Londres hacia el S.XVIII sucederá a Amsterdam como centro comercial. En el sur, como ya se ha citado, destacaron Sevilla o Lisboa en el Atlántico, las repúblicas italianas en el Mediterráneo y ciudades como Hamburgo, Bremen, Lübeck, Bergen, Estocolmo, Dantzig o Hedeby en el Báltico. A la vez, tuvieron vital importancia el desarrollo y expansión de las ferias comerciales internacionales por toda Europa, como las de Medina del Campo aquí en España, así como otras de carácter más regional o local.



-JUAN ANTONIO PAREJO DELGADO

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