domingo, 25 de octubre de 2009

1.-Características Generales:

La demografía (de demos, pueblo, y grafos, escritura) es la ciencia que estudia los cambios poblacionales del ser humano. La Edad Moderna posee unas estructuras muy estables, de pocos cambios, pero no inmóviles. Hay momentos de expansión (A) y recesión (B). Es una demografía de tipo antiguo: Alta Natalidad y Alta Mortalidad a la vez, creando una pirámida de población con algunos saltos, lo denominado "mortalidad catastrófica". La natalidad se halla en el 40 por mil y la mortalidad en el 35-40 por mil. Hay una leve tendencia al crecimiento vegetativo, cuyo avance destruido por las comentadas catástrofes demográficas, producidas principalmente por hambre, peste y guerras. La esperanza de vida es corta, en torno a 40 años. Pero hay que tener en cuenta la elevada mortalidad infantil, que hace disminuir la estadística. Por tanto, en la realidad, las gentes podían vivir hasta los 60, con casos de personajes extremadamente longevos; de lo que no hay duda es de que el envejecimiento se producía antes que ahora. Además de esto, tiene lugar una clara tendencia al crecimiento urbano, especialmente a partir del siglo XVII, que va a condicionar el comercio y la industrialización. Los países propicios para ello, dada la tendencia comerciante y mercantil, son principalmente Holanda (donde en 1609 se inaugura el Banco de Amsterdam) e Inglaterra (donde se crea la Bolsa de Londres), es decir, la Costa Atlántica, la que da al Nuevo Continente.

En el siglo XVI se calcula que hay 461 millones de habitantes en el planeta: las cifras barajadas nos hablan de una evolución positiva de la población mundial, con un crecimiento anual acumulativo apreciable para la época, pero también de algunas diferencias significativas. El continente más poblado es Asia, donde se concetra la mitad de la población mundial y se registra un mayor crecimiento; el segundo es África, seguido de Europa; América es la excepción a este crecimiento, cuya población se ve drásticamente reducida debido a la llegada de los europeos y de las enfermedades nuevas contra las que no tienen defensas biológicas. Dentro de Europa, Francia estaba a la cabeza, seguido de Rusia, y el I.Otomano, que se expandió por los Balcanes pasando de 9 mill. de habitantes a 28 mill. a resulta de su expansión territorial. Después están Italia y Alemania, España, Inglaterra y Portugal. Esto son estimaciones de la población europea durante este siglo, pero cabe decir que no fue homogénea ni a lo largo del periodo ni entre las distintas regiones. El impacto de la expansión turca, las guerras de Italia... todo esto hizo que las distintas regiones europeas evolucionaran de distinta manera, pero, con carácter general, también está documentado la ralentización del crecimiento a fines de siglo debido a una desaceleración económica

La población aumenta en el XVII en Europa, ya que el rechazo al concepto de "crisis general" ha permitido apreciar mejor la complejidad de la evolución demográfica en este siglo. Más que un retroceso general, lo que se produjo fue la finalización de la etapa de intenso crecimiento que había conocido el continente la centuria anterior, experimentando un crecimiento muy reducido que, al interrumpir la tendencia claramente alcista anterior, configurará una nueva fase caracterizada por el estancamiento. Sin embargo, este rasgo general no refleja la verdadera dimensión de un proceso demográfico cuya evolución fue diversa, tanto geográfica como cronológicamente, lo que modificó la distribución de la población y alteró los antiguos equilibrios. El cambio de la coyuntura demográfica se produjo de forma escalonada ya que las dificultades que se experimentaron en cada periodo tuvieron un impacto muy desigual en los diversos territorios europeos. Las primeras manifestaciones se dieron con el estancamiento de la producción agraria a fines s.XVI y principios s.XVII, con malas cosechas y epidemias ("peste altántica" 1596-1603), aunque tras superar esto la población siguió creciendo con distinta intensidad en casi todos los territorios, exceptuándo los países mediterráneos. La Guerra de los Treinta Años supuso la extensión de las dificultades a la mayor parte de Europa, especialmente intensa las pestes que asolaron los países mediterráneos entre (1647-1652) y zona noroccidental del continente (1665-1667), destacando también los efectos de la guerra del norte en el área báltica y Europa oriental, que finalmente afectaron también a Francia a finales de siglo. Estas circunstancias determinaron una evolución muy diferente en cada territorio: retroceso brutal en europa centro-oriental en una sola etapa (Alemania 33% poblac. rural y 44% poblac. urbana), en los países mediterráneos la crisis se produjo en dos etapas, finales s.XVI y mediados s.XVII, y la mayor divergencia se produjo en los países del noroeste de Europa, donde la población creció intensamente en la primera mitad de la centuria (Inglaterra, Escandinavia y Países Bajos). Si la población creció ligeramente en Europa a lo largo del siglo fue sin duda por el dinamismo de esta última área mencionada. El desigual impacto de las dificultades favoreció el desplazamiento del equilibrio demográfico basculando su centro de gravedad del Mediterráneo hacia el Atlántico. En el interior de los países se produjeron procesos similares, iniciándose la inversión del equilibrio entre el centro y la periferia, destacando el crecimiento de los lugares de residencia de los reyes y las ciudades portuarias del Atlántico debido a una redistribución de la población urbana en favor de las ciudades de mayor tamaño y ubicadas en la costa altántica, lo que condujo a la configuración de un sistema urbano más integrado y cuyo liderazgo fue ostentado por las ciudades del noroeste de Europa, donde se ubicaron las metrópolis más importantes




En el s.XVIII, el aumento de población no fue debido a ningún cambio sustancial en el régimen demográfico, la tecnología sanitaria disponible hasta finales del s.XVIII no permitió reducir sustancialmente los niveles de mortalidad ordinaria, ni adulta ni infantil, el tiempo que la nupcialidad siguió teniendo la principal responsabilidad en el ritmo demográfico, es decir, no podemos hablar de ninguna revolución demográfica o inicio de transición demográfica en esta centuria. El crecimiento demográfico europeo estuvo basado más bien en una mejora constante de las perspectivas de vida, todavía limitadas y que no se extendieron por igual en Europa, aunque permitieron mantener una prolongada fase de crecimiento demográfico que se mantuvo de 1720-1780. Elementos clave de esta demografía fueron la desaparición de las hambrunas en los países con mercados más regulares y mejor abastecidos, o lo que es lo mismo, el crecimiento demográfico estuvo ligado al grado de integración de las economías europeas. Lo mismo ocurrió con las epidemias y enfermedades contagiosas, y no por la mejora sustancial de los niveles de supervivencia en general, sino por lo logros en la difusión de medicamentos, que aunque ya conocidos, ahora eran mejor distribuidos y aplicados debido a la labor promotora de un sistema de enseñanza mejor articulado y a los apoyos de los poderes públicos. Los tímidos avances sobre la mortalidad hay que buscarlos en el propio desarrollo económico, que permitieron una mejor y mas variada alimentación. La legislación fue el remedio más efectivo y su mayor éxito radica en la reducción de las crisis de mortalidad mediante unas estructuras administrativas a través de las cuales se pudo articular una primigenia política sanitaria. Pero cabe destacar, que se estaba muy lejos de acabar con este tipo de crisis, agravadas a finales de siglo debido al tambaleamiento de los poderes públicos y la recesión de la economía.
Las diferencias demográficas regionales europeas aumentaron en este siglo. La geografía demográfica heredada había puesto de manifiesto la importancia del medio ambiente: el clima acentuaba meridional acentuaba la mortalidad infantil y ésta forzaba una nupcialidad más intensa, pero dejaba un menor crecimiento vegetativo; el climade regiones septentrionales aumentaba los niveles de superviviencia infantil, favoreciendo matrimonios más tardíos y mayor cuidado de los hijos. A lo largo de este siglo las diferencias regionales no variaron, y la mejora en las perspectivas de vida no vino por el aumento sustancia en los salarios, sino por un notable incremento de los niveles de empleo y renta familiar. La urbanización contribuyó de forma significativa a este aumento, aportando la ciudad elementos positivos que tienen que ver con el aumento de oportunidades de trabajo, pero a su vez, la ciudad fue estimulada en su crecimiento por la atracción hacia los núcleos urbanos de los poderes políticos, sociales, económicos... la ciudad aumento las necesidades de servicios, oportunidades para estos habitantes que emigraban desde el medio rural.

2.-Fuentes para el estudio

Estimar la población del quinientos y sus características tiene sus evidentes dificultades por los problemas que presentan las fuentes, y más aún, por la falta de fuentes adecuadas. Estamos en lo que se ha llamado la época protoestadística, pero en sus inicios, es decir, que contamos con fuentes susceptibles de una elaboración estadística para el análisis de la población, aunque ésta no fuese su intención original al haber una finalidad de recopilación únicamente militar y fiscal, no para el estudio de la demografía, pero son insuficientes en número, calidad y poco fiables para responder a las cuestiones que se plantean, con información inconexa e imprecisa y muchas veces hay que rellenar vacíos con imaginación. Aparte de fuentes de índole cualitativa, insustituibles para determinados tipos de análisis, dos son las que destacan:

- Recuentos de población, es decir, censos (listas de vecinos, 4 personas aproximadamente por cada vecino; realizados en Nápoles (1508), Venecia (1509), Roma (1526), Francia (1503), Castilla (1587); los primeros censos individuales modernos fueron en Aranda (1768), Holanda (1740), Suecia (1764), Dinamarca (1766) o el Censo de Floridablanca (1786); con éstos ya hay posibilidad de calcular o realizar gráficos, pirámides, densidad…) y empadronamientos (nómina de vecinos o moradores de un pueblo realizados en Prusia (1714), España (1717) y el Catastro del Marqués de la Ensenada, 1753, para conocer mejor Castilla). Se aprecia el aumento y querencia de control por parte del Estado y empadronamientos, normalmente vecindarios en sus distintos tipos, que nos informan del volumen y la distribución de los efectivos en un momento dado. La práctica de realizar vecindarios se generaliza progresivamente desde unas primeras realizadas en Italia y en íntima relación con las nuevas formas de hacer política de los nacientes estados modernos y el paralelo desarrollo de sus estructuras administrativas. Los tratadistas de la época insisten en que el conocer la población y sus características con la mayor precisión posible es fundamental para la acción del gobierno (Maquiavelo, Bodín...). Cabe destacar que los vecindarios están siempre bajo sospecha, ya que se elaboran con intenciones fiscales, lo cual provoca que a veces no se registre los exentos y que haya un intento constante de ocultar el número de vecinos para disminuir la tributación que de él podía resultar.

- Registros sacramentales reunidos en los quinque libri, lo cuál constituye la "más masiva de las fuentes de los pueblos" (P.Goubert), aunque no se generalizaron hasta las últimas décadas del periodo, pues la obligatoriedad de los mismos entre los católicos no se establecerá hasta 1563, en el Concilio de Trento. Tipos de libros:

- De bautismo: Anteriores a Trento. Sólo se recoge a los que llegan a ser bautizados.

- De matrimonio: Oficiales con Trento. Difíciles de ocultar por el control del clero sobre los matrimonios. A veces, tenían lugar negligencias por parte del párroco.

- De defunción: A partir de 1614. Con ocultaciones y falta de minuciosidad. A veces hay duplicaciones (en hospital y parroquia) que inducen a la confusión. Además, no se contabilizan las defunciones de pobres y se colapsan durante epidemias.


2.1-Natalidad:

Una característica de la población es su alta natalidad: su porcentaje es 35-45 niños por cada mil habitantes, aunque existen excepciones. Hay que decir que nos encontramos en una sociedad donde no se practica un control del nacimiento generalizado y efectivo, se conocía medias anticonceptivas y existe una altísima natalidad ilegítima, especialmente en la ciudad dado el anonimato que produce el alto número de población de las urbes (los hijos ilegítimos tuvieron duras dificultades para subsistir allá donde se movían, pues eran marcados de nacimiento). La Iglesia condenaba la practica de estos métodos anticonceptivos, y el recurso a los mismos parece excepcional, pero eso no quiere decir que estemos ante "una fecundidad natural, pues múltiples valores tanto culturales (grado de cumplimiento de los preceptos religiosos...) hasta biológicos (estacionalidad, abarca la primavera, por el relajamiento de la moral en la Semana Santa, y otoño, tras el duro verano de trabajo agrario), llegando a subalimentación o tabúes sexuales. Pocas son las reconstrucciones de familias realizadas en s.XVI, ya que los datos que tenemos son posteriores, antes de que se iniciase el control del nacimiento, por lo que se establece entre 350-500 hijos al año por cada mil mujeres casadas entre los 20-24 años (se tenían 4 o 5 hijos por familia, sin contabilizar los frecuentísimos abortos), número que desciende primero de forma progresiva hasta los 30 y después de forma pronunciada hasta llegar a que no se tienen a partir de los 45 años.

A lo largo de los siglos porteriores aparecieron nuevos comportamientos demográficos que condujeron a una reducción consciente de la natalidad. Más que a través de la difusión de prácticas anticonceptivas, el proceso derivo de los comportamientos matrimoniales. El celibato desbordó el ámbito eclesiástico, y la edad de matrimonio se retrasó bastante, consolidándose en Europa el matrimonio tardío, inducido probablemente por las dificultades económicas, de ahí que el fenómeno no se produjese en aquellas áreas en las que la industria rural tenía o había alcanzado cierta difusión. Pero para el conjunto de la población, tampoco debe descartarse, junto a la falta de oportunidades de trabajo, que el retraso del matrimonio no obedeciese al deseo de gozar de un mejor nivel de vida.

2.2-Nupcialidad:

Su porcentaje es de 11-15 por mil, bastante algo. Los mínimos estacionales se producían en cuaresma y navidades (por ser momentos de ferviente religiosidad) y verano (pro ser época de duro trabajo en el campo). El divorcio no existía. En caso de viudedad, podían tener lugar unas segundas nupcias. Éstas eran mejor vistas en el caso del hombre, pues era el elemento engendrador de la sociedad patriarcal del momento; la mujer se quedaba encerrada en casa, vestida de negro, guardando luto por su difunto marido. El celibato era frecuente en los religiosos, especialmente en los católicos. También había cierta cantidad de gente que no se casaba, siendo malmirada por la sociedad, que llegaba a acusarla de brujería (especialmente cuando se trataba de mujeres). Hay que tener en cuenta que en este momento el matrimonio no se concebía como amor entre dos personas, sino como un acuerdo político entre familias o individuos para repartir bienes. Un elemento influyente fue también la emigración a América, a donde muchos europeos masculinos varones fueron en busca de hallar parejas y formar allí su familia, restando a la demografía del Viejo Continente.

Hay establecido un debate sobre el origen y consecuencias de un modelos europeo de matrimonio de cuya singularidad hablo Malthus. En la Europa occidental un número importante de mujeres nunca se casaba y las que contraían matrimonio lo hacían a edades superiores a los 25 años, por lo que se supone que se habría adoptado un freno preventivo al crecimiento de la población que permitiría mantener éste por debajo del límite que imponían los recursos disponibles. Por el contrario en el resto de lugares la norma era el matrimonio universal apenas superaba la pubertad. Según este modelo, el límite oriental estaría en una línea imaginaria entre Trieste con Leningrado (sin quedar clara la situación de Irlanda católica, España e Italia, cuyos datos aportan la existencia de un matrimonio mediterráneo). Además, queda la duda de que si en el s.XVI estas mencionadas características definían al modelo plenamente o era algo en vías de desarrollo.
Para el autor P.Chaunu, el modelo europeo de matrimonio se afianza a mediados de este siglo en las áreas que se encuentran a la cabeza de la evolución: la sociedad del momento, antes que enfrentar penurias adoptó uno de los posible frenos preventivos (Malthus), lo que significa una revolución demográfica con la implantación de este modelo, que pondría en manos de las sociedades el control sobre el crecimiento demográfico. Los resultados confirman esto pero con algunos matices, como por ejemplo tenemos datos de los grupos privilegiados, que caracterizan a este modelo, con casamientos de las mujeres de 25-26 años. Otros estudios nos hablan de edades más tempranas que apuntan a un matrimonio todavía relativamente precoz en algunas zonas (entre 22-19 años). Las diferencias registradas han obligado a introducir ciertas matizaciones y a plantearse nuevos problemas: la relación entre las características de la nupcialidad y la estructura del grupo doméstico, con las pautas de residencia y con las prácticas de transmisión de bienes.

2.3-Mortalidad: A fame, peste et bello, libera nos Domine

Estamos ante sociedades que registraban una alta natalidad aunque también una alta mortalidad, de modo que nos encontramos ante un crecimiento natural acumulado durante años pero que se vería repetidamente comprometido por la periódica presencia de sobremortalidades.
Existen fuertes diferencias en los niveles de natalidad y aún más de mortalidad entre distintas sociedades o incluso localidades, por lo que estas diferencias no siempre estamos en condiciones de explicarlas adecuadamente.
El temor de la sociedad de esta época a las sobremortalidades llegaba hasta el punto de desestructurarla, las autoridades abandonaban sus responsabilidades, huida de los religiosos... Encontramos dos tipo de mortalidad:

Catastrófica: consiste en un aumento de la mortalidad durante un período breve (200, 300, 400 por mil). Asemejada a los tres de los Jinetes del Apocalipsis

- Hambre (fame): es imposible determinar la veracidad de algunos de los testimonios llegados hasta nosotros. La muerte por pura inanición puede que no fuese frecuente, salvo en momentos excepcionales o en áreas marginales, pero la conciencia de que existía una relación entre el hambre y el aumento de la mortalidad esta muy presente. Varias teorías a lo largo de los años, destacando las de Jean Meuveret, Pierre Courbet o Peter Laslett, están algo desfasadas, ya que las mortalidades debidas a inanición solo se manifestaban en regiones monocultivo cerealístico incomunicadas, y aun mas se discute en estos casos la autentica responsabilidad de las hambrunas, ya que estas venían acompañadas de epidemias, y aunque hay relaciones entre hambre, epidemia y mortalidad, la hambruna como causa inmediata ha perdido protagonismo

- Peste: la enfermedad más mortal es la peste, traída de Asia en el sigloXIV con la yersina pestis, bacteria de la pulga de la rata, que pasa al hombre con la mordedura de la rata o el insecto. Hay brotes periódicos, especialmente en las dos estaciones, en verano (por la diarrea) e invierno (enfermedades pulmonares). Mata en cuestión de dos o tres días, una semana a lo sumo. Existen dos tipos de peste, y contraer cualquiera o ambas es casi un 100% mortandad

- Negra o bubónica: Salen bubones (granos morados grandes y malolientes) en varias partes del cuerpo. Tiene un 50% mortandad e incide sumamente en verano.

- Pulmonar: Produce serios problemas respiratorios. Tiene 80-90% mortandad e incide principalmente en invierno.

Es la principal causa de la alta mortalidad hasta que es controlada a mediados del s,XVII tras un último brote grave en Marsella (1719). Las más graves epidemias sucedieron en 1522, 1564, 1580, 1586 y 1599. Las fuentes a veces son claras y otras no permiten distinguir entre peste y pestilencia, nombre genérico dado a cualquier enfermedad epidémica. Las perdidas que podemos documentar es una u otra ocasión son enormes y su reiteración agrava su impacto. Es difícil ofrecer cifras con fiabilidad pues los registros son insuficientes especialmente cuando se esta dando, ya que la población huía. Aún con estas limitaciones, los datos suelen buscar transmitir las enormidades de las pérdidas (su porcentaje de mortalidad es de 35-40 por mil), pero sin generalizar, siendo fácil documentar las mortalidades más a nivel regional (Milán 1523, 50.000 víctimas; Nápoles 1528-1529, 65.000 muertos…). Ofrecer estimaciones para territorios más amplios supone realizar cálculos difíciles de ajustar, pero razonables.
Ante la peste, la medicina de la época era inútil, así como los remedios curativos tradicionales (triaca magna, vinagre de los cuatro ladrones, piedra besar). Cabe hablar de algunos avances de la misma, pero no en el tratamiento sino en el diagnóstico de la enfermedad y en la recomendación de medidas preventivas, donde se realizaron avances significativos al tomar conciencia de que era una enfermedad infección contagiosa. No se podía curar, pero si frenar su expansión. El instrumento era el establecimiento de cordones sanitarios que aislasen el foco de la enfermedad, asegurando esa incomunicación con los métodos más rigurosos. En los primeros momentos fueron tomadas por las autoridades locales, pero su efectividad creció cuando asumieron competencias las autoridades centrales de los estados. Se desarrollaron para controlar esos desplazamientos peligrosos una serie de medidas, como la práctica de exigir a los navíos que arribasen a puerto un certificado sanitario que certificase la procedencia de un puerto libre de infección. Luego esto se extendió al tráfico por tierra mediante juramento primero y con documentos certificados después. Pero no sólo fe la peste la que asolo estas tierras, otros agentes patógenos extendidos por la época, que causaron enormes estragos, sobre todo en América, fueron, entre otras, la malaria, el tifus, la sífilis, la viruela...

- Guerras (bellum): la violencia consumió muchas vidas, más indirectas que directas. El duelo y el derecho a la venganza parece que perdieron importancia a lo largo del s.XVI, así como las banderías nobiliarias, pero los ejércitos cada vez eran más numerosos, hombres jóvenes que van a combatir mueren o regresan mal y ya no vuelven a trabajar la tierra, propiciando la hambruna de sus familias o comunidades. Debemos destacar cómo los ejércitos de la época se bastaban para, sin necesidad del enemigo, registrar una alta mortalidad e infligirla a las poblaciones que atravesaban. Esas concentraciones humanas en condiciones lamentables de higiene, constituían un foco de enfermedades infecciosas (disentería, tifus, sífilis). Asimismo aportaban algo más que eso, ya que saqueaban las reservas alimenticias de la población, provocando hambrunas, alteraban la vida local y llevaban a situaciones extremas a las poblaciones con sus saqueos y pillajes.

Ordinaria: el país en el que mejor se puede analizar este tipo de mortalidad es Inglaterra, de donde tenemos datos más claros. Para la segunda mitad s.XVI, se habla de una esperanza de vida al nacer de cerca de 40 años, de una mortalidad infantil y juvenil que permitía llegar a los diez años al 75% de los niños, y solo 9,3 mujeres moría al dar a luz por cada mil partos. Son parámetros inusuales, pero como contraste tenemos Ginebra, donde el 50% de las defunciones corresponden a menores de 10 años, una mortalidad infantil que dobla a la inglesa, y apenas la mitad de nacidos que lograban llegar a los 10 años.
Había una esperanza de vida de entre 25-30 años, y una mortalidad infantil de entre el 150-350%, con excepciones. Cabe destacar un aspecto fundamentel, el dle impacto de esta mortalidad infantil y juvenil sobre la que incidían una serie de elementos difíciles de asir: atención al niño, alimentación sustitutoria, amamantamiento... superados los difíciles primeros años y alcanzar los 20 años, la esperanza de vida podía llegar a los 60 años. Ellos lleva a concluir que los cocientes de mortalidad infantil y juvenil son fundamentales a la hora de explicar los niveles de mortalidad general que se registran en cualquier sociedad.
Conviene destacar que en estos momentos los hombres tenían pocas enfermedades degenerativas, ya que solían morir antes por las infecciosas, con especial incidencia en la población infantil.









2 comentarios:

  1. Estimado Manu:
    La entrada está bastante bien. Faltaría citar las fuentes de información complementarias que has utilizado
    Atentamente,

    ResponderEliminar