En 1533, María es declarada ilegítima por su padre Enrique VIII, siendo forzada además a aceptar tal condición. Esto será algo que le acompañará personalmente de por vida, ya que jamás se perdonará a si misma haber traicionado de alguna manera a su madre, Catalina de Aragón. Ello está motivado a que siempre estuvo muy apegada a su madre y al catolicismo.
Su vida distó mucho de ser agradable, siendo además una mujer ansiosa y enferma. De su vida amorosa tampoco nos han llegado grandes noticias, aunque al parecer, al contrario que su hermana Isabel fue poco pródiga en amores, quizás debido también a un carácter un tanto agrio y a su, digámoslo así, su falta de belleza. Su vida, como hemos dicho fue dura y difícil, y quizás eso le marcó de por vida. Era además, muy bajita, de voz aguda y aspecto enfermizo, y este no debió de se muy agradable cuando llegó Felipe II a Inglaterra, ya que para aquel entonces, la reina carecía de dientes y de cejas. Pese a ello, nunca anduvo escasa de inteligencia, y también se recoge que era una mujer trabajadora, muy empeñada en sus labores. Sin embargo, fue incapaz de leer, analizar y comprender exactamente los males del país. Fue aclamada al entrar en Londres el 19 de julio de 1553. Completamente ignorada el día de su muerte, el 17 de noviembre de 1558.
En cuanto a las cuestiones religiosas, que son las que trata el presente libro, el Parlamento la intentó persuadir de que tomase la cabeza de la Iglesia de Inglaterra, pero fue algo a lo que siempre se negó, siguiendo sus creencias católicas. Al poco de llegar, depuso a siete obispos protestantes y cambió los nuevos oficios por los viejos romanos. En total, alrededor de un 25 % de los obispos ingleses fueron destituidos por casarse. Como consecuencia de estas primeras acciones, Inglaterra era parcialmente absuelta por el Papa en 1554.
A lo largo del reinado, el autor le recrimina a María tres errores fundamentales, que marcarán su reinado. El primero sería la elección del nuevo Arzobispo de Cantérbury, Reginald Pole, quien había asistido al Concilio de Trento y era partidario de una reforma moderada del catolicismo, aunque sin salirse de sus cauces. Este nombramiento resultó ser muy impopular.
Pero más aún lo sería, en opinión del autor, su segundo error: su matrimonio con Felipe de Habsburgo, hijo del emperador Carlos V. Los extranjeros, y más aún los españoles no eran nada bien vistos en Inglaterra. Y por si fuera poco, existía el miedo de que Inglaterra se convirtiese en otro elemento, por así decirlo, del Imperio de Carlos que luego heredaría Felipe, como una especie de ariete contra Francia por el Norte. Se temía que Inglaterra perdiese su independencia a favor del rey de España, por lo que el Parlamento opuso no pocas objeciones a Felipe (prohibición de utilizar tropas inglesas en sus guerras europeas, papel meramente de rey consorte…). Además, el matrimonio fracasó al no tener herederos.
Y el tercer y último error que le adjudica el autor es el de creer que los ingleses podían cambiar a esas alturas, que podías “desandar lo andado”. Y mucho menos sería posible a través de los métodos muchas veces violentos que María utilizó. Se producirán no pocas quemas de herejes y persecuciones, obligando a exiliarse a muchos ingleses. Cinco obispos murieron, dentro de las trescientas personas ejecutadas por las autoridades, especialmente en Londres y en el sur-sureste de Inglaterra, donde la Reforma había calado más, ya que en el norte apenas lo había hecho. Incluso en Northumberland, el catolicismo era aún mayoritario. Grandes personalidades como Cranmer, Ridley o Lotimer eran encerrados en la famosa Torre de Londres, en condiciones muy precarias. Thomas Cranmer, el primer arzobispo de Cantérbury durante la época de Enrique VIII era conducido a la hoguera el 21 de marzo de 1556. Concluye el autor, después de exaltar brevemente la figura de Cranmer, que si el objetivo de María fue el de reinstaurar el catolicismo en Inglaterra, no hizo sino enterrarlo aún más. Tras ello pasa a comentar la represión de María de un modo muy subjetivo a mi parecer, señalando que le parece que fue mucho más negativa que la de su padre Enrique o su hermana Isabel, ya que estos dos tuvieron motivaciones o incluso justificaciones “políticas” (¿?) añadidas, mientras que María carecía por completo de ellas, algo de lo que no estoy de acuerdo, ya que María también tuvo que hacer frente a rebeliones y enfrentamientos “políticos”, como el de Wyatt de abril de 1554, aunque parece que el autor lo olvida. O más bien, prefiere olvidarlo. U obviarlo.
Y para finalizar, por si fuera poco, en 1557 Calais, la cabeza de puente inglesa en Francia, último resto del Imperio Angevino que construyes Enrique II Planatagenet era conquistado por los franceses. La situación, para el autor, era desastrosa. Inglaterra estaba cargada de deudas y parecía que se inmiscuiría en las guerras de España. Pero María moría en 1558, e Inglaterra tomaba un nuevo rumbo: ascendía al poder Isabel I. Las cosas iban a cambiar…
-Juan Antonio Parejo Delgado
-"El Anglicanismo", Stephen Neill, colección Pensamiento Cristiano, Barcelona, 1966
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