En el preciso momento en el que me hallo escribiendo estas líneas, acabo de leer que “la historia es un proceso continuo”. Podría tomar esta afirmación de mil maneras distintas, como por ejemplo que la historia es un proceso de continuas e imprevisibles consecuencias para el futuro. Pongamos como ejemplo, una anécdota.
Que dos hidalgos extremeños se lanzaran a la conquista de dos inmensos imperios americanos en el S. XVI, tuvo una consecuencia, que aunque en un principio parecería más bien, algo banal, luego resultó de una importancia tremenda para pueblos que estaban a miles de kilómetros de allí: el descubrimiento de la patata. Pronto este tubérculo se llevó a Europa, donde se adaptó perfectamente. Una vez allí, serviría durante siglos de sustento casi principal de la población campesina en muchos lugares, tales como Noruega o Irlanda, donde salvó del hambre a muchísimos de sus habitantes, debido a la facilidad de su cultivo así como su provecho nutricional. Pero entre 1845 y 1849, un hongo llamado Phytophthora infestans, se encargó de destruir todos los cultivos de patatas en Irlanda, provocando la llamada “Gran Hambruna Irlandesa”, en la que llegaron a morir cerca de un millón de personas, cuando la población de la isla apenas llegaba a los 8. De hecho, aún hoy Irlanda se está recuperando e aquella catástrofe de tan tremenda magnitud, ya que actualmente apenas llega a los 4,5 millones de habitantes.
De este modo, grandes masas de población hubieron de emigrar, visto el escaso futuro de vivir en Irlanda, principalmente a los Estados Unidos y también a otras partes del Reino Unido (Inglaterra y Escocia) y del resto de Europa. Por ello, no nos debe extrañar que en la ciudad de Boston, la capital de Massachusetts, en la costa atlántica, exista un famoso equipo de la NBA llamado los Boston Celtics. Y que en su escudo aparezca el tradicional trébol de cuatro hojas irlandés. O que en la misma Glasgow, exista otro equipo de fútbol, también llamado Celtic, cuyo escudo sea también un trébol de cuatro hojas. Y sus seguidores allí en Escocia, casi todos católicos, sean fundamentalmente hijos, nietos y bisnietos de irlandeses. Y que en sus partidos luzcan banderas irlandesas. Y que sus mayores rivales, los del Glasgow Rangers, proingleses, para increparlos porten multitud de banderas británicas así como entonan cánticos obscenos contra el Papa. Al que le interese saber el por qué de esto pues, deberá hundir su búsqueda en lo profundo de la historia.
Se trata simplemente de una curiosidad, quizá algo estúpida, pero ilustrativa de lo que es la historia en sí, “un proceso continuo”, en muchos casos, de impensables consecuencias. Y en el período histórico que conocemos como Edad Moderna, tendrán lugar multitud de acontecimientos claves, para conocer el por qué de muchos acontecimientos actuales.
Podríamos hablar de cómo empiezan a fraguarse en el S.XVI de una manera definitiva diversas naciones, aunque el proceso arranque algo antes, como por ejemplo Inglaterra, que se da cuenta de que su ámbito de influencia son las Islas Británicas, y de que su camino de expansión es el mar, olvidándose pues de los territorios franceses. O Suecia, quien en 1523 se separa de Dinamarca y Noruega en lo que venía siendo la Unión de Kalmar, configurándose así como un territorio soberano de nuevo, con sus miras en el Báltico, llegando a expandirse de manera extraordinaria en el S.XVII.
Pero hablando de Edad Moderna, no podríamos obviar a la división religiosa, que dejó señalada tan profundamente a Europa, aunque también la manchase de sangre en innumerables y cruentas guerras. Y de cómo el protestantismo marcó profundamente a otros países, como lo puedan ser hoy Holanda o Dinamarca. Se inicia así un período de cierta diferenciación cultural, muriendo de alguna manera la idea medieval de Cristiandad.
Así pues, lo que está ocurriendo, es que en Europa nos estamos autodefiniendo, por los acontecimientos del pasado más reciente, así como de los hechos que están ocurriendo. Recuérdese, la historia es algo “continuo”. Es uno de los motivos por los que encuentro tan interesante la historia, para ver cómo influye en el presente que estamos viviendo. Y la Edad Moderna juega un papel clave en este sentido. Por ejemplo, en el S. XVI podríamos decir que debido a la aventura imperial de Carlos V, los españoles empezamos a asomarnos al mundo, circunnavegándolo incluso y estableciéndonos en todos los continentes.
Además, por primera vez en la historia, los hombres llegamos a los confines del mundo, demostrando que si no hay nada más allá del mar, es porque no podemos llegar. De repente, los horizontes que hasta entonces encerraban al hombre, pasan a abrirse de par en par. Nos sería imposible hablar aquí de las consecuencias de la llegada de Colón a la isla de Guanahaní aquél 12 de octubre de 1492, ya que ocuparíamos decenas y decenas de folios, y esa no es nuestra intención.
Como también podríamos hacerlo con lo acaecido un 24 de febrero de 1525, cuando un habitante de la guipuzcoana villa de Hernani, Juan de Urbieta, apresó al rey francés Francisco I en las proximidades de Pavía. O de cómo en noviembre de 1534, el rey Enrique VIII de Inglaterra rompía definitivamente con el Papa. O también de cómo se dice que un fraile agustino clavó sus 95 tesis en la puerta de la iglesia de Wittemberg un 31 de octubre de 1517. O para finalizar, de cómo entre el 7 y el 8 de noviembre de 1520, numerosos nobles suecos rebeldes fueron ejecutados brutalmente por las tropas del rey Cristián II de Dinamarca, en lo que se ha conocido como el “Baño de Sangre de Estocolmo”, en la preciosa Plaza del Gran Mercado de dicha ciudad.
Podría seguir, aunque creo que sería perder el tiempo. Con esta serie de hechos, lo que quiero expresar es el valor de la historia (en este caso la Edad Moderna), que nos hace y nos convierte en lo que somos, y que no es para nada “algo que pasó y ya está”, como suelen decir a los que no les gusta la historia. Se trata pues de grandes acontecimientos (o no tan grandes, como lo demuestra la patata), de hechos claves que cambian para siempre el futuro del hombre, muchos de los cuales tienen su origen en los S. XVI-XVII, que son los que hemos estudiado este cuatrimestre. Y estos hechos tendrán su origen a la vez en tiempos anteriores, en el Medievo y en tiempos clásicos.
El pasado pues, es algo que nos construye, que nos aporta nuestra identidad. Y la Edad Moderna es un siglo clave para entender la configuración de la Europa actual, al igual que otras muchísimas partes del mundo, pero es Europa la que nos ha ocupado nuestro espacio. Es vital pues, conocer esos hechos pretéritos que nos configura. De modo que, esa frase del principio que acabo ahora mismo de leer en el periódico, no puede ser más exacta: “la historia es un proceso continuo”.
Y personalmente, aunque suene un tanto a tópico, pues me gustaría decir que estudiar la primera parte de la Edad Moderna, finales del S.XV, S.XVI y principios del XVI. Estoy camino de especializarme en Historia Medieval, pero la verdad que me ha parecido muy entretenida esta parte, bastante amena, y no es por quedar bien. Para mi gusto, hay épocas que aunque también aporten mucho, me resultan muy aburridas, especialmente el siglo XIX, que no me atrae nada, aunque repito que esto es una mera cuestión de gustos e intereses personales. Sin embargo, esta etapa, la verdad que sí, en Europa tienen lugar muchos hechos clave, como el citado de la aparición del protestantismo. Como he leído en algún libro de historiografía, el XVI quizás se trate de un siglo “corto”, debido a lo lleno que está de acontecimientos importantísimos en apenas cien años. Se dice que hay unos siglos “más largos que otros”. Otras épocas también pugnarían por ese título, pero desde luego que en el XVI está más que justificado.
Juan Antonio Parejo Delgado
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